martes, 9 de mayo de 2017

Kivin se queda y ya tiene compañía.



No ha aparecido el dueño, así que he procedido a acomodarlo en casa. Como la jaula en la que estaba le quedaba pequeña, lo he intercambiado con Federico. Fede al principio se mostró receloso, pero como buen señor elegante y sereno que es ya se ha amoldado.

Sin embargo Kivin estaba cada vez más decaído, más quieto, más silencioso. Necesitaba algo más que comida, agua, espacio y música. Y ese algo llegó ayer con Noinim.

Cerca de mi barrio, una mujer mayor se quitaba varios periquitos por no poder atenderlos, así que he adoptado uno. Tendrá dos o tres años y es un alboroto con plumas.

Y desde que Noinim ha llegado, Kivin ha dejado de intentar fugarse, vuelve a comer y se arregla el plumaje. Aún tiene de recuerdo algunas heridas de su pelea con los gorriones y de alguna de ella tardará un poco en recuperarse del todo, pero al menos ahora tiene alguien con quien hablar.

Bienvenido a la bandada Noinim. Ya son dieciséis.

Mi madre me mata.

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